Como comentamos en la entrada anterior, en el programa Gauean acogemos a jóvenes extranjeros sin referencia familiar aquí, que están realizando sus itinerarios de incorporación desde el Consorcio Hemen pero que temporalmente no tiene acceso a una vivienda estable.
A punto ya de llegar al fin de la Transpirenaica Social y Solidaria, os compartimos la experiencia de nuestro compañero Asier Arpide, en el tramo que transitó junto con jóvenes a los que acompañamos desde la Fundación. Merece la pena la reflexión, en un entorno social y político que no favorece el desarrollo de parte de nuestra sociedad. «Ya a siete de julio e iniciados los San Fermines, célebres fiestas de las tierras por las que ha sido nuestro caminar junto con la Transpirenaica Social y Solidaria este junio de 2016, me propongo contaros cuál ha sido nuestra impresión sobre este bonito proyecto. Desde la Fundación Ellacuria acompañamos a los transpirenaicos por el Pirineo Navarro y un poco más. Iniciamos la salida en el cabo Higuer y llegamos a Zuriza. Dos jóvenes amazigh viviendo el Ramadán se animan a hacer etapas de montaña de unos 20 km de media. No comen, ni beben, durante la horas de sol, y se levantan a las tres y media de la mañana para poder hacerlo. Durante el día una sonrisa y plenitud. Supongo que en parte son posibilidades de una juventud que yo perdí hace no mucho. La naturalidad e ilusión con la que lo viven llega al grupo que les arropa y anima, e incluso busca la forma de solidarizarse con ellos y saber qué es lo que les mueve y qué supone una experiencia así. Alguna persona se anima a vivirlo durante un día y también ellos son acompañados. Acompañantes acompañados. ¿Quién acompaña a quién?. ¿Quién en esta sociedad no necesita de otro en algún momento? Un “otro” que le acompañe en su caminar, en sus momentos de dificultad, en sus momentos de alegría… De eso va este proyecto. Un grupo plural y diverso al que se van sumando personas,grupos y colectivos, y que también van saliendo a lo largo de los días. Diferentes edades, situaciones vitales, religiones, idiomas, recursos personales y físicos… Todo vivido con naturalidad, con apertura, con adaptación para que todas las personas entren. Quizá haya un punto de inocencia perdida en nuestra sociedad en la que se nos llena la boca de discursos de aquello que no somos capaces de hacer, o que no estamos dispuestos a hacer. Una experiencia en el que todo el mundo cuenta, nadie se queda atrás, donde se rescatan valores secuestrados en nuestra sociedad de consumo, de usar y tirar, que prima lo fácil, lo rápido, la ley del mínimo esfuerzo, del pelotazo… frente al caminar, lento y pausado que nos permite mirar, mirar de verdad al otro y a nuestro entorno. Donde el esfuerzo tiene sentido al final del día, donde el compañerismo es la base de la dinámica grupal, donde el afán de superación tanto personal como de las dificultades que nos encontramos en el camino suponen el crecimiento individual y grupal, donde compartimos la lluvia, el barro y el viento, pero también la alegría, las canciones y las largas charlas que nos hacen sentirnos conocidos de hace mucho tiempo. Donde entendemos lo que perdimos al dejar de escribirnos cartas y las cambiamos por los mensajes de watsap, rápidos, cortos y muchas veces intrascendentes, que son efímeros frente al papel guardado, tangible, que se lee y relee y nos lleva a otras épocas y lugares no siempre mejores, pero que en todo caso son parte de nuestra historia. En definitiva, jóvenes universitarios, jóvenes en procesos de incorporación social, migrantes, educadores, personas con discapacidad intelectual, voluntarias de empresa privada y representantes de las mismas, montañeras, personas dispuestas a conocer y dejarse conocer, a dedicarse un tiempo en un entorno natural, a presentar su realidad, que nace de las diferentes realidades que la conforman, en los espacios y ciudades y pueblos a los que van llegando y van siendo acogidos, contrastando con representantes públicos (alcaldes y concejales), descubriendo también la humanidad que habita tras las instituciones, son los que demuestran que otra sociedad es posible y deseada. ¿Será cuestión de escala?, ¿de actitudes?, ¿de prioridades?. Será cuestión de ordenarnos y poner el mundo y su realidad al servicio yel cuidado del ser humano, y no las personas al servicio de la economía y los mercados. No es responsabilidad de los políticos lo que está en la capacidad de las personas que conforman la sociedad, es nuestra obligación pedir y exigir a los políticos la gestión positiva de esta realidad que nosotros como sociedad debemos ir haciendo realidad. Pena de miedos que al final definen nuestros comportamientos y elecciones, y como sociedad temerosa tenemos los políticos que nos merecemos. Al final los elegimos y reelegimos nosotros. Quizá si recuperásemos un poco de esa inocencia perdida, si apostásemos de nuevo por esos valores que nos llenan la boca pero que no rigen nuestros actos, también tendríamos los políticos que nos merecemos y quizá fuesen otros. Y quizá si les diésemos tiempo para hacer las cosas, y en ese tiempo de caminar con otros tuviesen más diálogo y acuerdos, y la referencia no fuesen los 4 años hasta las siguientes elecciones, habría políticas de más largo recorrido, más coherentes y mejores para los ciudadanos. Quizá. Mientras tanto podremos seguir disfrutando de experiencias como la vivida en la Transpirenaica Social y Solidaria que nos aportan horizonte y esperanza.
Nuestro compañero Asier Arpide, nos comparte sus reflexiones sobre la experiencia del domingo 22 de mayo, en Zegama: «El pasado 22 de mayo tres jóvenes amazigh vinculados al programa de participación juvenil Gaztelduak de la Fundación Social Ellacuria, acudieron junto con la Transpirenaica Social y Solidaria (TSS) al maratón montañero que tiene su cita anual por estas fechas en Zegama (Gipuzkoa). La experiencia ha sido realmente impactante. Una vez más se pone en valor la naturaleza y el deporte como dos espacios de incorporación e inclusión, que permiten generar nuevas relaciones desde enfoques y valores diferentes a los que predominan en nuestro entorno social del día a día. Espacios “fáciles”, no forzados, que permiten relaciones muy simétricas independientemente del lugar de origen o de aspectos materiales, perspectiva que recoge y cuida la propuesta de la TSS. Un pueblo volcado con una prueba deportiva exigente, que convoca a los mejores especialistas del mundo, y que pone en el mapa valores ya olvidados o por lo menos no predominantes en nuestra sociedad, cada vez más hedonista, en la que prima la ley del mínimo esfuerzo, donde se aspira al “pelotazo”, donde la superficialidad campa a sus anchas… Frente a esta realidad descubrimos otra en la que se valora la superación personal basada en el esfuerzo, donde el sacrificio y la entrega a una práctica que nos llena tiene sentido, donde la constancia y el compromiso es la base para la participación, donde nos comprendemos parte de la naturaleza y vinculados a su sostenibilidad… En Zegama hemos podido comprobar que los sueños compartidos tienen mucho más valor y riqueza, y son mucho más reales que aquellos que se quedan en el ámbito particular. El sueño de un pueblo que trabaja por poner en el mapa mundial a Zegama con su paraje natural, unos animan, otros hacen horarios imposibles desde sus negocios no buscando tanto el beneficio económico, que también, como ofrecer servicios a todos los que allí nos juntamos, otros se “patean” mil veces el recorrido para marcarlo y acondicionarlo… Familias que han apoyado a sus parejas, padres, madres, para que puedan preparase y participar en esta prueba, y que a la llegada a meta se abrazan y lloran como si todos hubieran corrido. Organizaciones que han realizado lo imposible y han confiado para que alguna persona haya podido participar, cumpliendo el sueño del corredor y a la vez siendo el sueño de todos, viviendo con tremendo orgullo e ilusión el paso por meta. Y entre todo esto llegan los gladiadores, suben la pendiente concentrados, con el esfuerzo marcado en la cara, y una marea humana a ambos lados del sendero los aclama y jalea, los suben en volandas, los llenan de ilusión y les trasmiten que esto es posible a pesar del cansancio de sus piernas y del ardor de sus pulmones. Y entre ellos hay uno, uno que avanza en primer lugar, que surge entre la bruma, y que su ligereza y su trotar hace más pensar en un duende de la montaña que en un ser humano, es Kilian, que una vez más se hace con la victoria de forma portentosa pero desde la mayor de las humildades y con gran agradecimiento a todos aquellos que le acompañan en el trayecto. Desde aquí nuestro ánimo e impulso a los tres jóvenes amazigh que están realizando la carrera de su vida, superando toda clase de obstáculos y pendientes, y puedo asegurar que no son pocas. Contáis con nuestro apoyo, vuestros sueños son también los nuestros.
En el marco de la Campaña de Navidad que desde el Colegio Nuestra Señora de Begoña (Bilbao) organiza vinculando a su alumnado y familias, ya será el tercer año que la Fundación Social Ignacio Ellacuria colabora en la propuesta que se realiza a los estuidantes que cursan bachiller. En concreto se les anima a conformar “mochilas de emergencia” (ropa de abrigo, mudas, calcetines, calzado, alimentos en conserva, saco de dormir…) para facilitarlas a otros jóvenes que viven en Bilbao, que son de origen extranjero, y en un porcentaje importante ha salido de los centro tutelados de la Diputación Foral de Bizkaia al cumplir la mayoría de edad. Nos parece que es un buen momento para que estos jóvenes estudiantes conozcan la realidad de chicos no muy distantes en edad que viven en su propia ciudad realidades muy diferentes a la de ellos y ellas, que en general están invisibilizados y que cuando se les visibiliza suele ser con mensajes negativos del que se hacen eco los medios de comunicación con un tremendo impacto para el conjunto de un colectivo que lucha día a día para abrirse camino. Por ello, son los propios jóvenes que participan en Ellacuria los que pasan por las diferentes aulas explicando la situación que ellos mismos conocen de primera mano, lo han recogido y expresan en el texto que viene a continuación: Al cumplir dieciocho años, mayoría de edad, se termina la tutela que realiza la Diputación y el joven tiene que abandonar el centro de menores. – Hay algunos chicos que continúan su proceso a través del programa de la Diputación llamado Mundutik Mundura. Es un programa que no tiene plazas para todos los que salen de los centros y habitualmente acceden a él los jóvenes que más tiempo llevan en centro, y dura dieciocho meses. – El resto, la mayoría, salen a la calle. No hay entorno familiar que les de cobertura y su red social son jóvenes que se encuentran en una situación muy similar a la de ellos. Los primeros pasos en estas circunstancias es ponerse en contacto con el Servicio de Emergencia Municipal (SMUS) y solicitar la tarjeta de comedor y plaza en el albergue. El albergue facilita plaza para tres noches, una vez cubiertas hay que esperar noventa días para poder volver a solicitar plaza y repetir el ciclo. Una vez solucionado esto hay otro paso a realizar, ponerse en contacto con el Programa Hemen, un servicio conformado por diferentes entidades sociales que intenta ofrecer un acompañamiento educativo a jóvenes en esta situación. Las listas de espera no son menores a los tres meses, en los cuales tienes que empezar a ponerte en marcha. Desde entidades que forman parte de ese consorcio se ofrecen cursos de formación profesional. Es indispensable comenzar alguno para poder ser atendido. En centro formativo se vuelve espacio de referencia para cualquier entidad acompañante o interviniente en el proceso del joven. Este proceso formativo se inicia desde la situación de calle en la que se encuentran y la realidad es que la exigencia que se pide a los jóvenes en calle es exactamente la misma que a un chico que va desde su casa y su entorno familiar. Se pide la misma puntualidad, concentración, ritmo que al resto de jóvenes que realizan el curso. Cuando viviendo en la calle, en una casa abandonada, debajo de un puente, en una chabola, no descansas igual, estas en constante situación de alarma, tienes frío, te duele la espalda, la situación de salud se resiente… No es fácil. Los recursos son muy limitados, la sensación de soledad es grande. Hechas de menos un entorno que te acoja emocionalmente, que te arrope, tu familia… Y tienes unas exigencias educativas, profesionales, que te exigen y no quieren que te abandones, que te dejes caer en el victimismo y la autocompasión. No es fácil. Estando en la calle la consigna es AGUANTAR. Con la duda de cuando seré atendido y se abrirán posibilidades de entrar a un piso, plaza de larga duración en un albergue, acceso a Gauean, solicitud y recibir ayuda económica… Vivir con la duda, la indefinición, sin plazos concretos es duro. La situación en calle es complicada y dura, en los últimos tiempos hemos ido viendo cómo se reducían los apoyos que desde las asociaciones se nos facilitaban en algunos momentos. Sus recursos también son menores. A veces algún conocido que ya está en piso o tiene alguna ayuda te deja pasar alguna noche en su casa, te facilita algo de ropa o comida, te da algo de dinero, o te permite darte una ducha o lavar la ropa. Otras a través de otro conocido contactas con alguna asociación con la que mantienes algún contacto posterior y te va apoyando en lo que puede. Pero , no se conoce los espacios de la ciudad, los recursos… Estando en el centro de menores, cuando has hecho alguna salida ha sido a un sitio concreto, a veces acompañado… En este contexto damos los primeros pasos los jóvenes de dieciocho años extranjeros que cumplimos la mayoría de edad aquí en Bilbao, en Bizkaia, sin que nuestras familias estén cerca. Muchas gracias por vuestra atención, escucha y por vuestro interés en conocer una realidad diferente pero real.
La Transpirenaica Social y Solidaria (TSS) es un proyecto que se está desarrollando por tercera vez. Este año se inició el 13 de junio en Hondarribia, en cabo Higuer, y acabará tras 42 días de caminata y 800 kilómetros recorridos, en el cabo Creus. Es una experiencia que une la idiosincrasia Cantábrica y Mediterránea, y que por el camino se van generando encuentros con personas, representantes institucionales, empresariales, agentes formativos… Es una experiencia de encuentro, de conocimiento, de respeto, de aprendizaje personal y de relación con nuestro entorno. En constante contacto con la naturaleza, desde un espíritu de sencillez, se pretende contactar con nuestras formas naturales de vida, en un entorno menos marcado por ciertos valores que predominan actualmente en nuestra sociedad: los ritmos acelerados, el consumo, el egocentrismo, la comodidad, el tener… Quienes participamos tenemos una meta compartida, donde pocos realizaran todo el recorrido pero todos acompañamos, nos vamos sumando diversos compañeros de viaje en diferentes etapas. Cada uno con su mochila y también con la mochila que la vida nos va llenando; el camino y sus condiciones nos equiparan y en él nos vamos conociendo mejor, superando nuestras dificultades, miedos o dolores, realizando un ejercicio de crecimiento personal. También nos da la oportunidad de conocer mejor a nuestros compañeros y compañeras. 24 horas de relación dan para mucho: hablar, ver cómo nos relacionamos en la dinámica grupal, cómo afrontamos las alegrías y adversidades personal y grupalmente… Es una escuela inigualable. Y en este contexto nos rigen unas normas que permiten la convivencia, son normas no explicitadas pero por todos asumidas, de forma natural, sin contratos, pero desde el compromiso personal. En el próximo post podréis leer aquellas pistas que nos permitirían entendernos de otra forma en nuestro contexto social, si las aplicásemos más allá de experiencias como esta.
El pasado domingo 2 de noviembre, a pesar de la amenaza de lluvia, cuatro jóvenes nacidos en Marruecos, se remangaron para participar en una actividad que planteaba la limpieza y recogida de residuos en la costa. En concreto en el estuario de Barbadún (Muskiz). Una actividad promovida por Euskalherriko Eskautak de Bizkaia, que tras la buena experiencia de la participación de jóvenes extranjeros en los campamentos de verano, ofrecen la posibilidad de agendar actividades de forma compartida, posibilitando el encuentro mantenido que permite el conocimiento entre jóvenes diversos. En total más de 800 kilos de residuos recogidos. La sensación de un buen trabajo hecho. Y la certeza de que con guantes todas las manos son iguales, las de las de las mujeres, las de los hombres, las de las de aquí, o de allí… Y además son expresión del deseo de trabajar, de construir juntas. De implicarnos en la realidad que nos rodea, a pesar de las dificultades. En un estuario los residuos los deja el mar, o llegan desde el río o son directamente depositados por paseantes. Es una realidad compleja y vulnerable pero de gran valor. No es la única realidad con estas características, no os parece!? Todas las personas que nos pusimos los guantes teníamos el deseo de mejorar nuestro entorno, el entorno en el que vivimos. Trabajamos juntas y coordinadas, centradas en lo que nos une, en lo que compartimos, con alegría y optimismo, sabiendo que quizás el año que viene tengamos que volver a limpiar, pero con la confianza de que es posible que sea algo menos y que los que nos animemos seamos más, y más jóvenes. Después del trabajo reflexionamos sobre lo realizado, sus causas, alternativas posibles de mejora…Compartimos y contrastamos ideas, conocemos otras realidades. Y terminamos comiendo todos juntos un bocata de embutido. Algunos con cerdo y otros sin él, algunos con gluten y otros sin él, algunos light y otros… Y cantando el Agur eskaut. Desde aquí nuestro agradecimiento a estos jóvenes, no por creer que un mundo mejor es posible, sino por estar construyéndolo ya. ESKERRIK ASKO!
Este año replicaremos la experiencia de Gauean Uretamendi, y el martes, 14 de octubre, a las 20:00h, nos juntaremos en los locales parroquiales del barrio de Uretamendi en Bilbao, para retomar la experiencia y dar la bienvenida a todas aquellas personas que quieran colaborar
Hace unos días, Manu Arrue y yo, hemos vuelto de visitar tres campamentos eskaut (Kilimusi Eskaut Taldea, Txispeleta Eskaut Taldea y Indautxuko Eskautak). Aquellos grupos que, a través de Euskalerriko Eskautak han abierto la posibilidad a que jóvenes migrantes participen en ellos, con una propuesta de voluntariado. Así, siete jóvenes nacidos en Marruecos, Nicaragua y Camerún han colaborado durante quince días en tareas de cocina, compras, montaje de estructuras y tiendas de campaña, sistemas de «agua corriente y duchas», apoyo a monitores, etc. Chavales que han decidido pasar estos días ayudando en lo que hiciera falta a otros jóvenes, a los que en su mayoría no conocían de antes. Después de un año de formación, cursos y trabajo, han decidido dedicar su tiempo libre a una nueva experiencia en la que conocer gente diferente, otras realidades, saliendo de uno mismo y yendo al encuentro del otro. Han sido espacios de relación y convivencia en la naturaleza, entre jóvenes diversos, tratando de fomentar valores como el respeto al entorno y a los demás y la sencillez de vida. Además, también se ha podido celebrar la fe, en comunión entre distintas formas de creer, ya que estos días estábamos celebrando el Ramadán. A la vuelta del verano, tendremos el testimonio directo de los protagonistas. Pero ahora os adelantamos que todos y todas, madres y padres, monitores y jóvenes, han disfrutado enormemente de esta oportunidad de encuentro de tú a tú, entre quienes habitualmente no se cruzan en la vida. Había mucha emoción y lágrimas en la despedida. No en vano han sido dos semanas de vida alternativa y diferente a la que nos propone mayoritariamente la sociedad, donde sacar lo más auténtico de cada persona.
Hace ya tres semanas que hemos digerido los diferentes y riquísimos arroces comidos el pasado 14 de junio en la Plaza Corazón de María. Ahora, con el recuerdo fresco y la evaluación hecha, queremos recoger sensaciones de ese día, el XI Munduko Arrozak ,
Va acabando el curso y, sin embargo, las propuestas siguen. Los jóvenes extranjeros (de 18 a 23 años) no acompañados por familiares, tienen por delante un tiempo de descanso, de verano, de buen tiempo que algunos, los más afortunados, aprovecharán para visitar a sus familias.