“Puede que amemos,
puede que amemos mucho.
pero el amor de nuestra vida,
si es que hemos de llamarlo así,
es tan solo el índice de un libro
que está todavía por escribir”
La nueva sociedad de la inmigración y el fenómeno de la globalización han puesto de relieve un sinnúmero de variables que hace unos años nos parecían impensables. Sin lugar a duda, una de las que ha generado más preguntas y más reflexiones ha sido la gestión de la diversidad cultural.
Para reflexionar desde la experiencia del encuentro con las culturas, más que desde los acercamientos conceptuales al tema, en la Fundación Social Ignacio Ellacuría invitamos a un grupo de personas para compartir, desde la experiencia, lo que significaba para ellas el encuentro intercultural.
En la tertulia, que compartimos a continuación, tomaron parte Marlén Eizaguirre (Bilbao), Edith Ulloa (El Salvador), Diego García (Chile), Martín Iriberri (Pamplona) y Javier Castillo (Colombia).
Las preguntas que se propusieron a los contertulios fueron las siguientes: Después de dialogar acerca de la diversidad cultural generada por la nueva sociedad de la inmigración, ¿Qué luces me aporta? ¿Qué cuestionamientos me ha generado? ¿Qué desafíos me plantea?
Introducimos la tertulia con las reflexiones de Marlén Eizaguirre quien, de manera creativa, nos presenta la que podría ser una conversación entre una abuela y un joven de alguna generación futura entorno al tema de la interculturalidad. Creemos que esta narración puede poner en contexto las reflexiones del resto de contertulios.
Marlén
Y, dime abuela ¿Cómo eran aquellos tiempos en los que la gente se veía diferente?
Pues, ¡por dónde empezaría! ¡Era todo tan de otra forma! Pero bueno… te contaré que antes, hace muchos, muchos años, la academia y las Universidades consideraron que las diferencias entre culturas y gentes generaban muchos problemas. En aquel tiempo algunos veían que era más interesante que todos y todas fuéramos iguales y, sobre todo, consumiéramos….ya ni sabrás que es eso ¿no?.
Sí abuela, nos contaron en la escuela que en aquella época las personas se volvían locas por tener cosas más que por desarrollar sus capacidades.
Sí, así era… ¡cómo han cambiado las cosas! En aquella época había libros, teorías, términos que hablaban marcando pequeñas (o grandes para algunos) diferencias entre unos modelos y otros. Se hablaba de multiculturalismo, interculturalidad, gestión de la diversidad y todo desde enfoques teóricos diferentes. En aquella época comenzamos unos cuantos a darle vueltas a todos estos temas para ponerle rostro y desmitificar todas esas grandes palabras, tratábamos de reflexionar sobre nuestras experiencias en relación con otras personas de culturas diferentes sin casi darnos cuenta que nosotros y nosotras éramos de culturas diferentes y podíamos trabajar conjuntamente, sentir lo que la otra persona sentía y disfrutar con sus actividades, comida, lengua, forma de ser…
Entonces, no entiendo ¿Cuál era el problema?
El problema es que cuando mirábamos a la otra persona sólo veíamos las cosas que nos diferenciaban y encontrábamos que eran muchas. Muchas de ellas tenían que ver con la personalidad, los hábitos, las comidas, las identidades, la educación, las historias personales y colectivas, las leyes, las realidades… Tantas diferencias no nos dejaban ver lo que nos unía. Además, por aquel entonces las grandes teorías utilizando palabras grandes nos impedían ver lo más sencillo. Eso que ya habían dicho antes otros a través de diferentes relatos pero el que a mi me encantaba era el del Principito: Lo esencial es invisible a lo ojos. Y era así como vivíamos. Ciegos a las cosas esenciales que nos unen y fijándonos en si uno tiene un tono de piel, una forma de vestir, una manera de comer…
Pero eso sigue igual ¿No? Hay diferentes pieles, formas de relacionarse…
Sí. Sé que ahora es difícil de imaginar pero antes tras el hecho de las diferencias culturales se escondía la intención de unas personas que querían controlar y dominar las riquezas, las cosas, la naturaleza y, también, las personas. En ese sistema todos los medios eran utilizados para que quisiéramos lo que no teníamos, para que viéramos en el otro al diferente, para que creyéramos que las cosas sólo se podían hacer de una manera concreta: las comidas sólo se podían cocinar de una forma, una persona sólo se podía vestir de una forma concreta… Era algo que te lo acababas creyendo ¡de verdad! Tu abuelo, por ejemplo, no se hubiera puesto en aquel momento las faldas largas, ligeras y coloridas que lleva ahora.
¡No me puedo imaginar al abuelo sin esas faldas! Pero ¿Cómo cambió todo eso? ¿Qué pasó?
Pues resultó que después de algunas de las reuniones, nos íbamos de cena, nos reíamos, bebíamos y hacíamos propuestas. Una de las propuestas nos gustó porque recogía la idea básica de nuestro grupo y la pusimos en marcha. Enseguida la idea nos superó y comenzó a recorrer primero como brisa de primavera nuestro entorno hasta convertirse en torbellino que enganchaba y sumaba a gentes de todo el mundo. Ahí nos dimos cuenta de cómo no veíamos lo importante y cambiaron nuestras formas de ver a las otras personas, las culturas, religiones, comidas, manifestaciones culturales…
Y ¿Cuál fue la idea?
Pues muy sencilla, consideramos que lo fundamental era ver en la otra persona el reflejo de uno mismo y como podía enriquecer nuestra mirada del mundo para, desde ahí, empezar a conversar, a degustar, a imaginar… Así pues nos inventamos los espejos colgantes que cada persona que apoyaba la iniciativa llevaba. Estos espejos nos identificaban, nos ayudaban a ver los destellos de personas que compartían nuestra propuesta y a mirar al otro y mirarnos a cada uno desde lo que nos une y desde lo que nos puede enriquecer. Fueron unos años locos, creativos, muy transformadores…
¿Por eso el lema que a veces nos repetías de pequeños… “convierte los reflejos en tu espejo”?
Pues sí, así fue, no fue fácil pero fue posible.
MIRADAS QUE ILUSIONAN
Diego
La afirmación positiva de que la identidad –personal o de nuestras agrupaciones- es algo complejo y abierto a posibilidades nuevas y mejores. En tal sentido, el encuentro con los diferentes nunca es menos posibilidad que riesgo. Evidentemente, cambiar es algo muchas veces difícil y hasta doloroso, y dejar atrás certidumbres que nos dan estabilidad es algo que nos puede atemorizar. Pero en esas seguridades, hay también mucho autoengaño y ceguera frente a las expresiones defectuosas y mejorables de lo que actualmente somos. En las conversaciones de este grupo he advertido que con una buena disposición al encuentro con los que son diferentes, las dificultades de ese encuentro –que pueden ser muchas y serias- pueden dar paso a puntos de coincidencia y de enriquecimiento humano mutuo profundo, creciente y vivificante. Nos toca vivir un tiempo de una conciencia cada vez más perentoria de formar parte de una humanidad de alcance planetario y cada vez más interrelacionada e intergeneracional, con más responsabilidad hacia los que se encuentran en lugares remotos y hacia los que vendrán en el futuro. Pero se trata de una humanidad diversa, y el desafío es alcanzar esa universalidad sin suprimir la diferencia. El sólo contraste con el fondo sapiencial de las culturas de otros puede enriquecer y corregir amablemente los aspectos defectuosos de la propia cultura, ¡y he comprobado que realmente tengo mucho que aprender de ellas!
Edith
El Interculturalismo es más que un modelo teórico o un modelo de gestión de la diversidad. Es una propuesta y una apuesta vital, personal y colectiva, por reconocer la dimensión humana, cultural, religiosa, identitaria, etc. de todas las personas que, habiendo nacido en una zona geográfica del mundo, deciden acercarse a la cultura de otra zona y convivir en ella.
La experiencia nos dice que el interculturalismo implica actitudes, valores, modos, comportamientos, formas de acercamiento teñidos de apertura, diálogo y confianza por todas las partes implicadas, tanto de quien llega como de quien ya estaba. También reconocemos con honestidad que exige tener conciencia de vivir una experiencia que genera múltiples temores, desconfianzas y sentimiento de “pérdida”. La incertidumbre de un nuevo futuro y una nueva sociedad conlleva, generalmente, una vivencia amenazante. Es importante este reconocimiento que, en muchas ocasiones, genera una experiencia personal y colectiva contradictoria, incluso en ocasiones sobredimensionada tanto en quienes llegan como en quienes están, aunque en dimensión diferente.
Esta experiencia nos lanza, desde la propuesta y la apuesta por la interculturalidad, a acercar realidades vitales, potencialidades, experiencias que dejen en evidencia lo que nos une, lo que nos enriquece, lo que nos transforma, también lo que nos diferencia, sin que esto signifique una “guetización” sino el reconocimiento de raíces distintas pero a la vez complementarias. Aprender a admitir que hay diferencias que nos limitan y que por medio del diálogo, la apertura, el respeto y la fraternidad podemos dejarnos afectar por la realidad del otro.
El encuentro con el otro enriquece mi identidad, fortalece mi capacidad para trabajar y reconocer mejor mis contradicciones vinculadas a mis raíces y mis adhesiones nacionales, locales o grupales; a valorar críticamente, en lo positivo y negativo, lo que hay en mí de cultura y, sobre todo, mi capacidad y deseo de recibir y recoger el aporte de otras culturas.
Martín.
Sobre la identidad propia como fortaleza para el reconocimiento de la diferencia
Hacemos muchas veces al cabo de cada día ejercicios de reconocimiento en la diferencia. Y creo que son ejercicios sanos. Aportamos desde lo que somos y esperamos que los y las demás aporten desde lo que son, individual y colectivamente. Reconocer nuestra diferencia nos enriquece y compartirla nos robustece. Cuando esta experiencia no está dañada por experiencias previas de convivencia con otras identidades “asesinas” recorrer este camino, lejos de tener el riesgo de la exclusión, nos prepara para atender y entender la diversidad que nace en cada recodo y en cada colina.
“La siguiente colina soleada”. Del reconocimiento al aprecio de la diferencia
La diferencia sólo se reconoce cuando se aprecia la identidad propia. Parece contradictorio pero es así. La siguiente colina soleada hace referencia a un espacio común donde existe la posibilidad de pasar de la diferencia, como identidad propia, a un espacio en el que aportamos como personas y colectivos.
¿Por qué sentir, hacer, tomar como criterio de contraste lo complejo, lo “difícil” si nos va bien haciendo lo de siempre, la simplificación empobrecedora y excluyente?
Esa sería la cuestión clave. ¿Por qué salir de nuestro amor, querer e interés; del espacio y la manera y los códigos monoculturales reductores desde los que nuestras actividades tienen éxito y nuestras comunicaciones nos dejan tranquilos y seguros, por sus consensos excluyentes, hacia otros espacios de experiencia en diversidad, donde experimentamos la debilidad y la minoría como única herramienta de generar la fortaleza de los consensos incluyentes?
Javier
Hablar de multiculturalidad es hablar de la riqueza de lo diferente pero manteniendo las realidades claras y distintas, como en cajones estancos que conviven en un mismo espacio y tiempo. Se reconoce y se acepta la cultura diferente pero haría falta dar un paso más, arriesgado y generoso, hacia la integración y el reconocimiento de que la otra cultura es un valor que ayuda a construir la propia cultura. Una valoración objetiva de las otras culturas como oportunidad para el crecimiento y como clave de lectura de la vida, que no es monolítica sino leve y múltiple, es lo que entiendo como interculturalismo.
El interculturalismo es utopía. Estamos dando pasos para vivir esa relación pero por ahora es tendencia. Hemos afianzado en la sociedad la constatación del fenómeno multicultural pero aún hay que dar más pasos para pasar de la tolerancia a la valoración y la integración. Esa tensión integradora necesita una mayor gestión por parte de los actores sociales para pasar de utopía a realidad.
No obstante, el camino recorrido me deja un sabor de boca agradable y retador. El contacto con las culturas diversas me enriquece notablemente. Mi mirada se ha ampliado y mi canto se hace universal. Se han integrado en la sinfonía de mi vida melodías impensadas hace unos años y esas melodías me han generado una cosmovisión distinta y, sobre todo, rica en matices y formas de leer la vida y la historia.
MIRADAS QUE INTERPELAN
Diego
Aunque se trata de encuentros deseables [con las culturas diversas], no son encuentros sencillos y exentos de conflictividad. El asunto entonces es cómo prepararse para abordar las diferencias, especialmente ahí donde se trata de cuestiones más sensibles. Un ejemplo evidente y a la mano es la diferente apreciación que existe en las variadas culturas acerca de lo que constituirían derechos humanos, en qué consiste su pretensión de universalidad.
Veo que hay una situación humanamente difícil de llevar y que se refiere a la inestable articulación entre una pedagogía del encuentro, que no puede sino ser procesual y demorarse en madurar, y las exigencias perentorias del presente de defender la dignidad de personas aquí y ahora, sin dilaciones. Un ejemplo muy preciso de esta difícil articulación es el referido a la mutilación femenina. Lo que nos narraba una antropóloga que comparte su tiempo entre Barcelona y Gambia, Adriana Kaplán, es que hay en distintas regiones de España iniciativas para proteger la salud física y psicológica de las mujeres que, sin embargo, no advierten las dimensiones simbólicas de la práctica de la mutilación. Así, esta protección de un bien puede producir otros males: la persona protegida se encuentra en medio de una situación ininteligible para ella. El bien que se quiere hacer, en este caso bajo la forma de protección policial del cuerpo de la menor, termina siendo una forma muy desafortunada de paternalismo. Lo que Adriana Kaplán presenta como desafío -¡la cuadratura del círculo!- es encontrar una forma de iniciación –ingreso a la comunidad a través de un rito de paso- que evite la mutilación. La supresión de la mutilación sin una compensación simbólica puede producir otros daños no queridos pero no menos reales. Hay ejemplos mucho menos difíciles en apariencia, pero que en la práctica suponen dificultades parecidas.
Javier
¿Cómo se lee la interculturalidad? ¡Depende! Desde el norte, quizá como generosidad. Desde el sur, lucha. Hay, aún, una mirada muy eurocentrista o, si se me permite el neologismo, nortecentrista, es decir, que la interculturalidad se entiende como la sesión que se hace desde el norte para integrar los valores emergentes del sur, pero, si se trata de valoración, ¿el sentido no sería bidireccional? Se necesitaría una labor de desmitologización de tal manera que se de paso de una cultura dominante a la gestión de la diversidad cultural como oportunidad y desafío. Es ilusionante saber que muchas personas, aunque faltarían más, están por la labor de construir un discurso y una praxis en este sentido.
Diego
Me ha parecido muy estimulante que se subraye la importancia que los que trabajen por la interculturalidad lo hagan desde una vivencia humana y no sólo desde un nivel conceptual o puramente técnico. Esa experiencia vital debe colocarnos en la perspectiva del que está en una situación minorizada. Sin embargo, como lo atestiguan algunas personas que han trabajado en ese tipo de situaciones, no es fácil universalizar entre los trabajadores a favor de la interculturalidad (potencialmente, todo el mundo) el que puedan realizar experiencias humanamente marcantes, consistentes en trasladarse a otra situación cultural en la que ya no se sea parte de la cultura hegemónica. La cuestión entonces es si acaso existen en nuestro entorno inmediato experiencias de la diferencia que nos sensibilicen a la situación de los que están minorizados. A mí se me ocurre que los hombres podríamos sensibilizarnos más respecto de la condición minorizada de la mujer, algo que se vive en todas partes, cualquiera sea el grado de desarrollo del país, la clase social o el nivel cultural. Los que hemos sido educados en contextos patriarcales, ocupar el lugar de la mujer en la vida doméstica o en el trabajo y aprender, vivencialmente, que se trata de una situación injusta y que es posible corregir. Así como este ejemplo, buscar otros entornos inmediatos en que podamos constatar la naturalidad con que vivimos situaciones de mayor o menor discriminación o abuso, y entender que eso no tiene por qué ser así y que está de nuestro lado poder contribuir a establecer condiciones de convivencia justa.
La experiencia de interculturalidad lo que hace es radicalizar algo que es casi universal y es que convivimos entre diferentes siempre. Hombres y mujeres, ancianos y jóvenes, ricos y pobres, cultos e incultos, etc. Una cultura no parece ser un todo armónico, sino algo cuya disonancia se vive sin tanta tensión como la que aporta el encuentro de culturas aún más disímiles. Al parecer, en una cultura las diferencias se encuentran integradas en un cierto sistema de significados, pero ello no significa que en ese sistema de significados a todos les quepa un sitio deseable o cómodo, o que esas diferencias, así interpretadas, sean justas o virtuosas. Una misma cultura debe gestionar su propia diferencia interna. En el extremo, cada persona –identidad diversa y mudable- debe gestionar su propia diferencia personal en y con su entorno. Me parece que el encuentro entre culturas radicaliza esa experiencia porque enfrenta sistemas de significados desiguales.
Edith
Hay mucho trabajo por hacer. La sociedad de acogida de hoy todavía mira a lo diferente como personas y grupos que invaden, que tienen otro color de piel, otra forma de vestir, idioma distinto, extraños y extrañas. Esta relación provoca un sufrimiento silenciado y oculto que los diferentes actores sociales deben ayudar a poner en evidencia.
Hay un esfuerzo de incidencia política y de construcción social conjunta por impulsar. Las medidas, recursos y políticas sociales públicas en materia de inmigración, interculturalidad y convivencia son todavía tímidas y de poco impacto social.
Vincularse a las iniciativas y los esfuerzos por la inclusión, la convivencia, la aceptación y la dignidad para todas las personas requiere, además de buenas intenciones y mucho corazón, prácticas, actitudes y experiencias-contacto. Éstas pueden ayudar a gestionar la diversidad desde la madurez y desde el contraste crítico con nuestras formas personales de ser y hacer en el día a día. Es importante hacernos conscientes que en nuestros comportamientos involucramos relaciones de poder por lo que se debería ampliar la disponibilidad para desinstalarnos de lo que somos y tenemos; con la disposición a reivindicar con creatividad la riqueza del diálogo y el encuentro y con el convencimiento de que esta apuesta es viable y creíble.
Javier
La riqueza que genera el encuentro intercultural no es folclórica… es riqueza de horizonte de sentido, de aprender a mirar e interpretar la vida con nuevas categorías que antes no era fácil incluir en mi mente y mi corazón; eran datos que no habían pasado a ser actitudes prácticas que fuesen capaces de generar un posicionamiento frente a la vida. El contacto con las culturas me ha generado un modo de conocer distinto… siento que no puedo conocer sin mirar como mira el otro, desde el otro, con el otro.
El reto…no “descafeinar” la propia cultura. Entender que vivimos y entendemos la realidad de formas diversas pero reconocidas e integradas! No se trata, así lo siento, de hacer un tercer producto fruto de la mezcla de las distintas culturas que coinciden en el tiempo y en el espacio, sino de integrar evitando que la persona pierda su originalidad. De ahí que el riesgo que siento es que la cultura propia, por la presión del medio, termine perdiendo su vigor para asumir la cultura dominante del lugar.
Finalmente, la palabra que más me queda sonando después de este recorrido es la gestión de la diversidad. Ahí siento que está el desafío, gestionar para integrar y que esa oportunidad se vuelva una riqueza para la sociedad que entre todas y todos construimos.
Otros artículos de interés sobre el tema
Vera García, R. y Moyano Rojas, C. “Al hilo de las ‘IDENTIDADES ASESINAS’ de Maalouf”. Fuente: Vértices Psicólogos – www.verticespsicologos.es
Casanova, Myrtha B. “La gestión de la diversidad es el gran reto del siglo XXI”.
Multiculturalidad e interculturalidad
Fuente:http://www.cnice.mecd.es/recursos2/atencion_diversidad/03_03_4a.htm
Onghena, Y. “Reinterpretar para gestionar la diversidad cultural”