SEMANA SANTA CON LOS PUEBLOS CRUCIFICADOS
TESTIMONIO
Me ha costado mucho encontrar las palabras con las que expresar todo lo vivido y recibido en los días de Semana Santa en Ceuta. Incluso hoy me es difícil, pero pienso que todos los amigos que he dejado allí merecen que les demos voz y presencia entre nosotros.
Desde la estación Sur, en Madrid, Roberto, Edu, Haydée, Rocío y yo, salíamos el Miércoles Santo hacia Algeciras. Allí se unió a nosotros Tamara y María, y poco después íbamos conociendo a los que serían nuestros compañeros aquellos días, de otros grupos y comunidades, pero todos unidos en el deseo de acompañar a Jesús en su muerte y resurrección, y de hacerlo allí, en la Frontera Sur, junto a la valla de la muerte.
Cruzamos el Estrecho, 14 Km. que han dado sepultura a tantos chiquillos, a tantos hombres y mujeres que buscaban sencillamente una vida algo mejor. Y allí está Ceuta, rodeada al norte por el mar y al sur por una doble valla de seis metros de altura con una alambrada en lo alto. Hace 15 días murió un muchacho desangrado al engancharse su cuello al alambre. Y en lo alto el cielo estrellado.
Allí nos esperaban Teresa, que se había adelantado a nosotros para organizar estos días, Dani Villanueva sj, y Paula y Cande, Carmelitas Vedrunas que viven en Ceuta.
Jueves Santo: Pan que se da
Damos y recibimos. Recibimos más que damos. Visitamos el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, eufemismo para llamar a la dulce prisión en la que viven los que llegan a Ceuta, los que no tienen derechos, los que no son, los que son invisibles. Subimos al bosque donde han huido y malviven 54 indios del Punjab desde hace año y medio, nos abrazan, nos sonríen, nos sientan a su mesa, comparten con nosotros su vida. Y todos ellos, de Guinea, Senegal, Congo, India… entran en nuestro corazón y ya nunca saldrán.
Viernes Santo: Pan que se parte
Desde el bosque hasta la Iglesia caminan junto a nosotros, en silencio, llevando la Cruz. Rezan con nosotros frente a ese mar que les separa de su sueño. Tantos crucificados en el mundo no caben en nuestro corazón.
Pero ellos en su coraje, en su transparencia, en su dignidad… nos devuelven la vida y la esperanza en medio de tanta muerte.
Sábado Santo: Pan que se reparte
Cruzamos la frontera hecha por los hombres, la que separa el Norte del Sur, y llegamos a Marruecos. A Roberto y a Edu, ecuatorianos, un policía no les permite pasar, les falta la visa en su pasaporte. Pero ¿acaso la luna y las estrellas necesitan demostrar algo con visas para mecerse en el cielo cada noche? Seguimos, impotentes, sin ellos. En el silencio de la ausencia de Dios.
Pero llega la noche, la gran Noche de la Luz, la Palabra y el Agua. En la sala de la casa de las vedrunas ya casi no cabemos. Sentados en esa alfombra sobre la que han dormido tantos hombres que llegaban cansados y heridos después de un viaje largo e innombrable, y encontraban por fin un poco de pan, descanso y cariño. Sentados en el suelo, que ya no hay sillas suficientes, celebramos juntos el Amor de Dios. El Dios de los pobres, de los olvidados, que acompaña a su pueblo de inmigrantes y refugiados, el Dios de las lágrimas y las sonrisas, el Dios de los abrazos y de las palabras, el Dios que es parcial y se sienta junto a los pequeños y opta por los oprimidos, que permanece, que es fiel, el Dios que se hace pan y vino, que se da, se parte y se reparte.
No sé decir mucho más. Ojalá pudierais conocer a Ropar, Gurjit, Baboo, Dao, Raj, Gabriel, Omar, Ibrahim… En su dignidad, en su transparencia, en su generosidad, en su coraje, en su hospitalidad… Dios vive.
Y con Él, todos los que soñáis un mundo sin vallas ni fronteras, todos estabais entre nosotros. En la tristeza que sentíamos la noche del Jueves Santo al escuchar los relatos de sus viajes junto a la valla, en nuestra rabia e impotencia ante tanto dolor, en nuestra culpa y responsabilidad ante tanta injusticia… estabais conmigo. En el Vía Crucis del Viernes Santo caminando serenamente junto a nuestros nuevos amigos, y en la soledad y el silencio confundido del Sábado Santo. Ahí estabais entre nosotros. En la certeza de haber visto al Señor en los rostros y las vidas de todos con los que hemos compartido estos días de Semana Santa, estabais todos.
Sólo os pido una cosa. Rezad por los subsaharianos que viven en el CETI y por los 54 punjabíes que sobreviven en el bosque. Rezad por ellos, por todos los que caminan por montes y desiertos, cruzan mares, saltan vallas y muros… en busca de una vida que les hemos robado.
Adelaida
CVX en Donosti
Pulsando el enlace podéis ver un documental presentado recientemente sobre el tema narrado en este testimonio: http://www.vimeo.com/4345715
Leer el artículo de El País publicado el 22 de marzo de 2009 sobre los Punjab en Ceuta