Desde hace un poco más de un año la Fundación Social Ignacio Ellacuría, junto con otras organizaciones sociales, se plantearon la pregunta sobre cómo atender y propiciar procesos de incorporación y formación para los menores no acompañados que han ingresado al Territorio Histórico de Bizkaia y, que al cumplir los 18 años, deben salir de los Centros de Menores tutelados por la Diputación Foral.
La respuesta a esta pregunta fue la conformación de un Consorcio que pusiera en marcha el PROYECTO HEMEN.
El pasado 23 de junio, en el Diario DEIA, apareció la siguiente nota que, por su interés para el mundo de la inmigración, queremos divulgar.
Responsable del Proyecto: Estibaliz Martínez
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DEIA.COM
23 de junio de 2008
Varias entidades sociales ayudan a 70 jóvenes extranjeros a buscar su emancipación.
Ofrecen a los jóvenes que no acceden al programa foral ayuda para acceder a servicios de alojamiento, formación…
Aitziber Atxutegi
Bilbao. El año pasado 151 jóvenes extranjeros no acompañados se acogieron al programa de emancipación foral Mundutik Mundura. Pero, ¿qué ocurre con el resto de chavales inmigrantes que, una vez cumplidos los 18 años, dejan de estar tutelados por la Diputación? Ésa fue la pregunta que se plantearon, hace más de un año, una serie de entidades sociales que trabajan en el ámbito de las migraciones. Para evitar que cayeran en la exclusión, decidieron poner en marcha el programa de emancipación Hemen que, en sus apenas ocho meses de vida, ha atendido y dado una oportunidad a 76 de estos jóvenes.
«Nos dimos cuenta de que había un grupo de chicos de entre 18 y 23 años que estaban en una situación de especial vulnerabilidad, ya que habían salido de los centros de protección y no habían podido participar en los programas de emancipación», explica Estibaliz Martínez, coordinadora de Hemen. Al ver que estos chicos se acercaban hasta sus sedes y después de trabajar cada uno por su lado, la Fundación Ellacuría, Izangai Elkartea, Cáritas de Bizkaia, Asociación Elkarbanatuz, la Asociación Goiztiri y CEAR Euskadi decidieron formar un consorcio -al que este año se ha unido la Fundación Peñascal- y poner en marcha el programa de emancipación, en octubre del año pasado.
Su objetivo era -y sigue siendo- diseñar y acompañar «itinerarios de incorporación social» para estos jóvenes extranjeros no acompañados «a fin de evitar su exclusión social». «Son chavales que repentinamente se encuentran fuera de los sistemas de protección en una edad fundamental para el desarrollo de la persona como es la adolescencia, desorientados respecto a los servicios normalizados que atienden necesidades básicas como alojamiento y comida, y otras más específicas como formación, asistencia social, jurídica…», relata la coordinadora del programa.
Desde los locales de Arrupe Etxea, una trabajadora social y dos educadores sociales -además de un grupo de voluntarios- les ayuda a encontrar alojamiento y formación, además de cubrir otras necesidades jurídicas o laborales. «Orientamos a los jóvenes hacia recursos normalizados de atención, planteando pasos reales de autonomía», explica Martínez, que en la realidad supone desde facilitarles un piso donde poder residir a tramitarles un pasaporte, matricularles en un centro de iniciación profesional o ayudarles con la manutención. Aunque les ayudan a acceder a una vivienda, advierte de que el programa no ofrece alojamiento directo a los participantes. «No somos un recurso residencial», subraya.
Antes de que cumplan 18 años, los jóvenes que están tutelados en centros de la Diputación y que no van a ingresar en el programa Mundutik Mundura son derivados a Hemen. Martínez calcula que alrededor del 80 ó 90% de los menores inmigrantes no acompañados que residen en los centros de Artzentales o Artxanda llega hasta el programa, «un porcentaje muy alto», de la mano de los propios educadores de los centros.
El primer paso es realizar una pequeña entrevista de presentación con Hemen. Es una pequeña toma de contacto, una «entrevista de acogida donde intentarnos conocerle un poco, ver cuáles son sus datos personales, en qué centro está, qué ha pasado…», explica Martínez. Posteriormente se realiza otra, más amplia, en la que se detectan las necesidades y se elabora el itinerario de inserción, «conjuntamente. Siempre es pactado entre ambas partes», destaca la coordinadora. A lo largo del proceso se realizan también pequeñas entrevistas de seguimiento, «en forma de tutoría personal o con la persona voluntaria de referencia», y se ajustan los posibles fallos.
Estibaliz Martínez destaca la labor que desarrollan estos voluntarios que acompañan al joven a lo largo de esa emancipación y se convierten en sus «adultos de referencia, se implican en sus procesos».
Aunque apenas han pasado seis meses desde su puesta en marcha, sus responsables están satisfechos con los resultados que están logrando. «Se ha conseguido que los jóvenes que estaban abocados a la exclusión hayan iniciado un itinerario de incorporación y lo hayan mantenido en el tiempo», se congratula la coordinadora.
OBJETIVOS EXIGENTES. El programa se marcó unos objetivos muy exigentes: lograr que el 100% de los jóvenes que salieran de los centros de protección y no llegaran a un recurso de emancipación hubieran al menos conocido el programa y los recursos sociales en la red social normalizada, que el 50% se formara y adhiriera a un plan individual de incorporación social, que el 70% tengan cubiertas sus necesidades más básicas y hayan accedido a las ayudas sociales municipales, que el 25% hayan accedido a un alojamiento, que el 20% hayan podido acceder a una primera experiencia laboral… A pesar de reconocer que el programa tiene «un escaso recorrido como para dar una buena evaluación del mismo», su coordinadora cifra en un 90% el cumplimiento del objetivo general que se marcaron en su fundación: ofrecer una oportunidad a jóvenes que, de otra forma, estarían condenados a la exclusión.