En este mes de diciembre, donde las luces de las calles y el gentío en los comercios se entremezclan con el frío y la lluvia, una familia espera la llegada de su niño Dios.
Corría el mes de diciembre de 2016 cuando una familia vecina de Bilbao, tierra de acogida donde trabajan y viven con su hija de tres años desde hace mas de 6 años, y estando la mujer a punto de dar a luz; la familia decide que ella viaje a su tierra natal acompañada de su hija, para poder dar a luz al calor y abrigo de los suyos.
Después de realizar un sinfín de trámites, presentar un sinfín de papeles y asegurar todos los detalles de su situación legal y permisos en regla (ambos padres poseen permisos de residencia y trabajo de larga duración en España), emprenden el viaje con la ilusión y el cariño de quien espera al nuevo miembro de su familia. Estando ya en su país (un país latinoamericano), se cumplieron los días de su alumbramiento. ¡Feliz acontecimiento un niño muy sano y sonriente se suma a la familia!
Tras haber pasado tres meses desde el nacimiento, y encontrándose ya recuperados tanto la madre como el niño, emprenden el viaje de regreso deseosos de reunir a toda la familia en Bilbao. Sin embargo, ya en la fila de espera del avión, comienzan los problemas. Al parecer, existe un trámite más que debe ser presentado. Los funcionarios de turno niegan la salida del niño con su madre a pesar de llevar todos los permisos y pasaportes en regla. La madre, rota de dolor, y ante la incapacidad de perder el vuelo por la carga económica que esto les ha supuesto, se ve obligada a dejar en tierra a su hijo, del que se hacen cargo otros familiares. Y viajar sola con su hija mayor de tres años.
Una vez en Bilbao, los padres comienzan a trabajar, a tramitar y pelear con las instituciones para poder traer al pequeño con ellos. El niño al otro lado del océano, mientras, cae enfermo y actualmente se encuentra hospitalizado, lejos de su madre, de su padre y de su hermanita, que luchan por enviar los recursos económicos para que pueda ser atendido.
Once meses después, la familia sigue sin poder reunirse, limitada por las leyes de extranjería, por los poderes políticos, económicos, fronterizos y burocráticos que manejan nuestra sociedad.
En un hilo de esperanza, gracias a la ayuda de asociaciones y fundaciones que colaboran con la familia para que se solucione el caso, puede ser posible reunir a la familia. Si bien ahora hay que esperar a que el pequeño pueda recuperarse y salir del hospital.
En este mes de diciembre, donde las luces de las calles y el gentío en los comercios se entremezclan con el frío y la lluvia, esperamos que la historia de la Navidad se repita. Y el pequeño “Jesús”, encontrando las fuerzas para sanarse y pudiendo reunirse con su familia, sea ese Dios con nosotros, sobre todo para los suyos aquí en Bilbao.
Equipo de Acogida- Fundación Ellacuria