No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños. No te dejes vencer por el desaliento. No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber. No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario. No dejes de creer que las palabras y las poesías, sí pueden cambiar el mundo. Pase lo que pase nuestra esencia está intacta. Somos seres llenos de pasión. La vida es desierto y es oasis. Nos derriba, nos lastima, nos enseña, y nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia. Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Y Tú puedes aportar un verso. No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre… Valora la belleza de las cosas simples. No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas Walt Whitman ¡Gracias jóvenes, voluntarios, entidades sociales, instituciones, alojamientos, amigos de la TSS y empresas por esta enriquecedora aventura compartida! El 21 de julio llegamos al Cap de Creus tras 42 días y 800 km muy intensos de travesía que nunca olvidaremos. ¡Muchísimas gracias a todos los que nos habéis acompañado! ¡Felicidades, todos somos #transpis! Satisfechos, orgullosos, emocionados y con mucha ilusión os deseamos un feliz verano El pasado 21 de julio llegó al Cap de Creus (Cataluña) la 5a edición de la Travesía Transpirenaica Social Solidaria (TSS) que se inició el pasado 10 de junio en Cabo de Higuer (Euskadi), una marcha por la Inclusión social de jóvenes en situación vulnerable. La travesía, de 42 días de duración congrega cada año más de 300 jóvenes en situación vulnerable y 200 educadores y voluntarios que recorren juntos los 800 kilómetros de la senda GR-11, de Cabo de Higuer (Euskadi) a Cap de Creus (Catalunya) para favorecer la inclusión social y mejora de la proyección de futuro de sus protagonistas. Cada edición, la TSS se centra en un lema y este año no podía ser otro que “Un Mundo por la paz”. A lo largo de 42 días, los participantes han caminado acompañados de voluntarios, profesionales, educadores y empresarios de perfiles y sectores muy distintos (como Fundación Banco Sabadell, Uriach, Cuatrecasas, y Obra Social La Caixa entre otros) que han aprovechado la montaña como contexto para crear redes solidarias a través de acompañamiento y organización de actividades de todo tipo. Aunque la marcha dura 42 días, solo unos pocos realizan toda la travesía. La mayoría de los jóvenes participantes y voluntarios disfrutan de una semana completa de travesía y otros caminan durante dos, tres o cuatro días. De esta forma, el grupo varía en número y composición a su paso por las distintas comunidades hasta alcanzar la meta. Para más información, puede visitar la web de la Transpirenaica Social Solidaria: transpirenaicasocialsolidaria.com
En el marco de la Campaña de Navidad que desde el Colegio Nuestra Señora de Begoña (Bilbao) organiza vinculando a su alumnado y familias, ya será el tercer año que la Fundación Social Ignacio Ellacuria colabora en la propuesta que se realiza a los estuidantes que cursan bachiller. En concreto se les anima a conformar “mochilas de emergencia” (ropa de abrigo, mudas, calcetines, calzado, alimentos en conserva, saco de dormir…) para facilitarlas a otros jóvenes que viven en Bilbao, que son de origen extranjero, y en un porcentaje importante ha salido de los centro tutelados de la Diputación Foral de Bizkaia al cumplir la mayoría de edad. Nos parece que es un buen momento para que estos jóvenes estudiantes conozcan la realidad de chicos no muy distantes en edad que viven en su propia ciudad realidades muy diferentes a la de ellos y ellas, que en general están invisibilizados y que cuando se les visibiliza suele ser con mensajes negativos del que se hacen eco los medios de comunicación con un tremendo impacto para el conjunto de un colectivo que lucha día a día para abrirse camino. Por ello, son los propios jóvenes que participan en Ellacuria los que pasan por las diferentes aulas explicando la situación que ellos mismos conocen de primera mano, lo han recogido y expresan en el texto que viene a continuación: Al cumplir dieciocho años, mayoría de edad, se termina la tutela que realiza la Diputación y el joven tiene que abandonar el centro de menores. – Hay algunos chicos que continúan su proceso a través del programa de la Diputación llamado Mundutik Mundura. Es un programa que no tiene plazas para todos los que salen de los centros y habitualmente acceden a él los jóvenes que más tiempo llevan en centro, y dura dieciocho meses. – El resto, la mayoría, salen a la calle. No hay entorno familiar que les de cobertura y su red social son jóvenes que se encuentran en una situación muy similar a la de ellos. Los primeros pasos en estas circunstancias es ponerse en contacto con el Servicio de Emergencia Municipal (SMUS) y solicitar la tarjeta de comedor y plaza en el albergue. El albergue facilita plaza para tres noches, una vez cubiertas hay que esperar noventa días para poder volver a solicitar plaza y repetir el ciclo. Una vez solucionado esto hay otro paso a realizar, ponerse en contacto con el Programa Hemen, un servicio conformado por diferentes entidades sociales que intenta ofrecer un acompañamiento educativo a jóvenes en esta situación. Las listas de espera no son menores a los tres meses, en los cuales tienes que empezar a ponerte en marcha. Desde entidades que forman parte de ese consorcio se ofrecen cursos de formación profesional. Es indispensable comenzar alguno para poder ser atendido. En centro formativo se vuelve espacio de referencia para cualquier entidad acompañante o interviniente en el proceso del joven. Este proceso formativo se inicia desde la situación de calle en la que se encuentran y la realidad es que la exigencia que se pide a los jóvenes en calle es exactamente la misma que a un chico que va desde su casa y su entorno familiar. Se pide la misma puntualidad, concentración, ritmo que al resto de jóvenes que realizan el curso. Cuando viviendo en la calle, en una casa abandonada, debajo de un puente, en una chabola, no descansas igual, estas en constante situación de alarma, tienes frío, te duele la espalda, la situación de salud se resiente… No es fácil. Los recursos son muy limitados, la sensación de soledad es grande. Hechas de menos un entorno que te acoja emocionalmente, que te arrope, tu familia… Y tienes unas exigencias educativas, profesionales, que te exigen y no quieren que te abandones, que te dejes caer en el victimismo y la autocompasión. No es fácil. Estando en la calle la consigna es AGUANTAR. Con la duda de cuando seré atendido y se abrirán posibilidades de entrar a un piso, plaza de larga duración en un albergue, acceso a Gauean, solicitud y recibir ayuda económica… Vivir con la duda, la indefinición, sin plazos concretos es duro. La situación en calle es complicada y dura, en los últimos tiempos hemos ido viendo cómo se reducían los apoyos que desde las asociaciones se nos facilitaban en algunos momentos. Sus recursos también son menores. A veces algún conocido que ya está en piso o tiene alguna ayuda te deja pasar alguna noche en su casa, te facilita algo de ropa o comida, te da algo de dinero, o te permite darte una ducha o lavar la ropa. Otras a través de otro conocido contactas con alguna asociación con la que mantienes algún contacto posterior y te va apoyando en lo que puede. Pero , no se conoce los espacios de la ciudad, los recursos… Estando en el centro de menores, cuando has hecho alguna salida ha sido a un sitio concreto, a veces acompañado… En este contexto damos los primeros pasos los jóvenes de dieciocho años extranjeros que cumplimos la mayoría de edad aquí en Bilbao, en Bizkaia, sin que nuestras familias estén cerca. Muchas gracias por vuestra atención, escucha y por vuestro interés en conocer una realidad diferente pero real.
En el anterior post enmarcábamos la experiencia de la Transpirenaica Social y Solidaria y anunciábamos unas normas que permiten la convivencia, normas no explicitadas pero por todos asumidas, de forma natural, sin contratos, pero desde el compromiso personal que desarrollamos brevemente aquí: Quien se siente menos fuerte es quien marca el ritmo, nadie se queda atrás, vamos juntos. El grupo se adapta a las necesidades del más débil, y se ponen recursos para ayudar que el grupo vaya a una. Una persona abre la marcha, busca las marcas, indica el camino, y otra la cierra y acompaña y anima a los que van al final. Todos aportan. Cada uno en la medida de lo que tiene. Unos ponen un fondo común, otros cubren los gastos que supone su participación, otros se hacen presentes sabiendo que el grupo no sería el mismo sin ellos, algunos nos reciben en sus casas, otros hacen bocadillos para 25 personas, o nos reciben en su txoko y nos invitan a cenar, o nos abren su pastelería para desayunar… Cuánto se tiene cuando se comparte lo mucho o poco que cada uno tiene. Nadie es invisible. El último que se incorpora a la caminada se presenta, a nadie se le piden papeles, el que está forma parte del grupo desde el momento que llega. Para lo bueno y lo malo. Todos participan: expresan cómo viven el proyecto, su incorporación al mismo, y toman decisiones relacionadas con las cosas que les afectan mientras forman parte del grupo. Se respeta el desarrollo y la libertad individual, porque todos tienen claro el objetivo común. Todo el mundo se siente libre para tomar las decisiones que le afectan siendo conscientes que estas no influirán negativamente en la consecución del objetivo compartido. Hay momentos para estar todos juntos, momentos para encontrarse con tu grupo de referencia, momentos de estar sólo, momentos para estar acompañado, hay quien hace el Ramadán y también quien no lo hace, hay quien decide dormir según llega al destino de la jornada y quien decide celebrar durante toda la noche. Pero al día siguiente todos estarán en la línea de salida a la misma hora, con las mismas ganas e ilusión sabiendo que tras la jornada quedarán menos kilómetros para llegar a la meta. Es una apuesta por la convivencia en la diversidad, no es apuesta sencilla, pero es firme. No se busca las relaciones fáciles ni superficiales. El fundamento de la relación es la igualdad de los participantes en tanto que personas, no en la homogeneidad del grupo. Esto en relaciones intensas hace que surjan roces y diferencias, pero también la capacidad de querer volver a encontrarnos, de escucha, de hacer autocrítica, de reconocer nuestros errores y aciertos en la relación con el otro, en buscarle de nuevo para reconciliarnos, en superar nuestros orgullos y miedos. Y en esto os aseguro que los participantes nos han dado grandes lecciones. Es un espacio de construcción de confianza, donde se apuesta por la persona, y esto hace sentirnos aceptados, superar posicionamientos defensivos, ser capaces de mostrarnos nosotros mismos sin la losa del “qué dirán”, sin el miedo a ser juzgados, y desde estas premisas el comportamiento individual y colectivo gana salud, es un compartimiento más abierto, propositivo, creativo. Nos movemos en dinámicas mucho más empáticas. Y todo esto no implica, ni mucho menos, que este todo hecho o no haya aspectos a mejorar. Es un proyecto joven, que tiene que seguir madurando, desarrollándose, dotándose de ciertas dinámicas organizativas que le ayuden sin perder su frescura y naturalidad. Organización y estructura vs frescura y naturalidad, una más de las múltiples tensiones y equilibrios en los que nos movemos a diario en las diferentes facetas de nuestra vida. Es un proyecto que no pretende agotarse en esos 42 días, sino que quiere establecer dinámicas de reflexión y encuentro mantenidas durante el año, con relaciones que se mantengan estables en el tiempo. Es un proyecto ¿o es algo más?. Es una invitación, es un reto, es una buena práctica…. ¿Te sumas?
La Transpirenaica Social y Solidaria (TSS) es un proyecto que se está desarrollando por tercera vez. Este año se inició el 13 de junio en Hondarribia, en cabo Higuer, y acabará tras 42 días de caminata y 800 kilómetros recorridos, en el cabo Creus. Es una experiencia que une la idiosincrasia Cantábrica y Mediterránea, y que por el camino se van generando encuentros con personas, representantes institucionales, empresariales, agentes formativos… Es una experiencia de encuentro, de conocimiento, de respeto, de aprendizaje personal y de relación con nuestro entorno. En constante contacto con la naturaleza, desde un espíritu de sencillez, se pretende contactar con nuestras formas naturales de vida, en un entorno menos marcado por ciertos valores que predominan actualmente en nuestra sociedad: los ritmos acelerados, el consumo, el egocentrismo, la comodidad, el tener… Quienes participamos tenemos una meta compartida, donde pocos realizaran todo el recorrido pero todos acompañamos, nos vamos sumando diversos compañeros de viaje en diferentes etapas. Cada uno con su mochila y también con la mochila que la vida nos va llenando; el camino y sus condiciones nos equiparan y en él nos vamos conociendo mejor, superando nuestras dificultades, miedos o dolores, realizando un ejercicio de crecimiento personal. También nos da la oportunidad de conocer mejor a nuestros compañeros y compañeras. 24 horas de relación dan para mucho: hablar, ver cómo nos relacionamos en la dinámica grupal, cómo afrontamos las alegrías y adversidades personal y grupalmente… Es una escuela inigualable. Y en este contexto nos rigen unas normas que permiten la convivencia, son normas no explicitadas pero por todos asumidas, de forma natural, sin contratos, pero desde el compromiso personal. En el próximo post podréis leer aquellas pistas que nos permitirían entendernos de otra forma en nuestro contexto social, si las aplicásemos más allá de experiencias como esta.
Nos reunimos seis de las siete personas que hemos participado en los campamentos eskaut este verano. Queremos compartir nuestra experiencia y ver cómo lo han vivido nuestros compañeros.
La primera conclusión que sacamos es que la experiencia ha merecido la pena
Hace unos días, Manu Arrue y yo, hemos vuelto de visitar tres campamentos eskaut (Kilimusi Eskaut Taldea, Txispeleta Eskaut Taldea y Indautxuko Eskautak). Aquellos grupos que, a través de Euskalerriko Eskautak han abierto la posibilidad a que jóvenes migrantes participen en ellos, con una propuesta de voluntariado. Así, siete jóvenes nacidos en Marruecos, Nicaragua y Camerún han colaborado durante quince días en tareas de cocina, compras, montaje de estructuras y tiendas de campaña, sistemas de «agua corriente y duchas», apoyo a monitores, etc. Chavales que han decidido pasar estos días ayudando en lo que hiciera falta a otros jóvenes, a los que en su mayoría no conocían de antes. Después de un año de formación, cursos y trabajo, han decidido dedicar su tiempo libre a una nueva experiencia en la que conocer gente diferente, otras realidades, saliendo de uno mismo y yendo al encuentro del otro. Han sido espacios de relación y convivencia en la naturaleza, entre jóvenes diversos, tratando de fomentar valores como el respeto al entorno y a los demás y la sencillez de vida. Además, también se ha podido celebrar la fe, en comunión entre distintas formas de creer, ya que estos días estábamos celebrando el Ramadán. A la vuelta del verano, tendremos el testimonio directo de los protagonistas. Pero ahora os adelantamos que todos y todas, madres y padres, monitores y jóvenes, han disfrutado enormemente de esta oportunidad de encuentro de tú a tú, entre quienes habitualmente no se cruzan en la vida. Había mucha emoción y lágrimas en la despedida. No en vano han sido dos semanas de vida alternativa y diferente a la que nos propone mayoritariamente la sociedad, donde sacar lo más auténtico de cada persona.