«La historia se repite. Esta es una afirmación que por muy manida que esté, sigue siendo una verdad inapelable.
Los tiempos cambian, y las guerras también, pero lo que no cambian son los perdedores de todos los conflictos: los niños y niñas, los jóvenes, los ancianos, las madres… la población civil en general. En 1936 con el inicio de la Guerra Civil española y en los siguientes 3 años, se vivieron escenas de éxodo de, sobre todo niños, a otros países huyendo del conflicto. Todos hemos visto esas imágenes, en fotografías de color sepia y en películas sin sonido, de niños asustados y llorosos en los puertos de Bilbao o Santander ante las miradas desgarradas de madres que se quedaban si saber si volverían a verlos.
Cuando estalló el conflicto entre Ucrania y Rusia, los reportajes de guerra tomaron un sentido más profundo y comenzaron a revolver los sentimientos, cuando las comparábamos, sin darnos cuenta, con aquellas imágenes del pasado, que para la gente de nuestra época significaban poco más que un documento histórico de lo que pasó y no debería de volver a suceder. Imágenes antiguas de una guerra nueva, con las mismas víctimas.
Somos una familia de cinco miembros y perro. Tras debatir entre los cinco (2 adultos nacidos a principios de los 70, 2 jóvenes de 22 años y un adolescente de 16) decidimos que nuestro granito de arena para contribuir a paliar el sufrimiento de las eternas víctimas, sería convertirnos en “familia acogedora”. Vencimos nuestros miedos y nuestras reticencias, de diversa índole (estás abriendo las puertas de tu casa, de tu intimidad y la de tu familia, a alguien que no conoces de nada, que viene de otro país del que poco sabes y con unas costumbres que no son las nuestras) e hicimos los trámites necesarios con Gobierno Vasco, con la oferta que nos lanzó la Universidad de Deusto a través de Alumni y finalmente con la Fundación Ellacuria.
Tras unos meses de espera activa con reuniones y papeleaos varios, en julio de produjo la ansiada y también temida llamada desde Ellacuria. Necesitaban un hogar de forma urgente para un estudiante de 21 años. Nervios, miedos, prisas y compras de última hora, cambios de habitación…. Y conocimos a Vlad. Estudiante de 4º de medicina en la universidad de Kiev que necesitaba una familia que lo acogiese.
Es un chaval muy majo, amable, colaborador y siempre dispuesto a echar una mano y a agradar. La mayor dificultad la hemos encontrado en la comunicación. Cuando llegó, aunque entendía mucho, hablaba poco castellano. Hoy, pasados escasos 3 meses, puede mantener una conversación y es capaz de entender prácticamente todo. Está aprendiendo incluso algo de Euskera (vivimos en Lezama, y lo tiene a la orden del día).
Nuestra idea no es que tenga una habitación, para eso ya tiene otras opciones tan válidas como la acogida familiar, sino darle la posibilidad de integrarse en nuestra familia y compartir tanto las fiestas del pueblo, las cenas de cuadrilla, las celebraciones familiares, los cumpleaños, los estudios, (está estudiando acogido a un programa especial de la Universidad de Deusto), los partidos de fútbol…
De pronto miras a tu familia desde otra perspectiva, y lo que son costumbres habituales o normas no verbalizadas, conocidas por todos y por todas, son inexistentes para la persona que llega de fuera. Te das cuenta de cómo las costumbres de unos, no tienen sentido para otros y se debe de generar un espacio común donde se aprenda a convivir de nuevo. Pones en valor todo aquello que das por supuesto y que la persona que ahora vive contigo ha tenido que dejar atrás. Te conviertes en anfitriona, en persona acogedora con el deber de hacer que la persona acogida se sienta a gusto, pueda formar parte de tu espacio, y de ese entorno tan privado que es tu familia. Adquieres una responsabilidad muy gratificante en muchos casos, pero que no deja de ser una responsabilidad.
La verdad que está siendo un reto el readaptar las normas y costumbres de la casa ya que al ser uno más, todo se multiplica: hay más lavadoras, la nevera se vacía antes, los espacios y tiempos son más compartidos.., pero está siendo una experiencia enriquecedora, y nos está sirviendo para valorar lo que tenemos y disfrutamos. Creo, sin temor a equivocarme, que estamos aprendiendo tanto Vlad como el resto de la familia, a convivir en cada uno de los días que pasamos juntos y en cada actividad que hacemos en común.»
Oskar Benegas Dañobeita.
Familia Benegas Arpide